DIOS Y EL VERANO por JUAN PASQUAU

Juan Pasquau.- ABC 17-12-1968

DIOS Y    EL VERANO

El verano deja huecos dentro de nosotros mismos, pero parece indudable que no hay que conservar con mimo esos huecos. Por definición, el cristiano no puede quedarse vacío. Pues bien, la aspiración de muchas personas es llenar el vacío que deja el descanso de los descansos habituales, con otro vacío. Porque están los vacíos y las … vaciedades. Las vaciedades son esas diversiones (?) estereotipadas , convencionales, tópicas, con que muchos llenan – llenamos – el tiempo libre…

Tiempo libre.  Es estupendo. Todo el mundo necesita de la libertad de una temporada de vacaciones. En ese par de semanas, o en ese mes, tenemos la ocasión del descanso. Pero el descanso, cuando es nada más descanso termina, por cansar.  Y aburre.  Entonces, vienen las diversiones. Hay que aceptarlas, e incluso hay que buscarlas para diafanizar el ánimo, para abrir perspectivas nuevas al pensamiento, para ( como se dice) relajarse.

Sin embargo, en las diversiones, también hay… clases. Están las constituidas a base -como dejamos dicho- de banalidades, y están las que promueven la auténtica alegría. La alegría -para que tenga tipo genuino- necesita de no pocas condiciones. Porque no consiste en el simple gozo o en el placer. Para que salte de verdad dentro, hay que dar parte al espíritu. Si la alegría no tiene esta nobleza de comunicarse con Dios, es mustia, se seca al instante, es flor de un día.

Verano para descansar y para divertirse. Verano para el ocio, pero para el ocio fecundo. Verano para solaz del músculo, para la familiarización con la brisa y el sol, con la naturaleza, con el campo, con el mar. Y también para en los huecos, buscarle a El. Y encontrarle. Es sorprendente. el está en nuestras penas, está en nuestros júbilos, está en nuestro trabajo y está en nuestros huecos… Por eso, en el auténtico cristiano, no son posibles los vacíos.

Además hay algo, desde nuestro punto de vista, de verdad muy importante. es posible que el regalo del verano, fomente en muchos la frivolidad. Y además de la frivolidad, que disipa y desconcentra; además, digo, el egoísmo, que hermetiza y mal concentra.  Dos equivocaciones morales, dos errores de trascendencia. Sirven de campo de cultivo para incontables errores más.

Dios está también en el verano. Y el hermano que necesita de vuestra ayuda. Hay muchos prójimos así – que por supuesto no preparan las maletas para Torremolinos, Benidorm, San Sebastián o La Coruña – que pueden representar una acusación para el cristiano. No podemos olvidarlo. Hay cristianos  – pocos o muchos, yo no sé- que cierran con llave su cristianismo a primeros de julio… hasta mediados de septiembre. No, no; ni hablar. No puede ser, por muchos subterfugios que busquemos para engañar y engañarnos. Un cristiano no puede ponerse el cartelito de “cerrado por vacaciones”.

JUAN   PASQUAU