LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO

San Justino, apologeta, Padre de la Iglesia y mártir.

*Nace en Siquem (Flavia Neapolis, Nablus), en torno al año 105  

+Muere decapitado en Roma, año 165.

San Justino es conocido como uno de los primeros apologistas de nuestra fe, es decir, defendía la fe cristiana con argumentos bíblicos y filosóficos.

Durante la época en que él vivió, hubo un aumento en la herejía y el paganismo, de modo que los cristianos se vieron obligados a encontrar expresiones más claras de la fe.

Cabe señalar que en un comienzo a la Eucaristía se le conocía como la “Fracción del Pan”, nombre que permaneció en uso mientras la Eucaristía se celebraba en el marco de una comida. También se le llamaba la “Cena del Señor”. Dentro de ese marco, dice San Pablo, no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias, pues queda santificado por la palabra de Dios y por la oración.

La Eucaristía supone participar de la Mesa del Señor, pero con un acento marcado en la Acción de Gracias: “A este alimento lo llamamos Eucaristía”, dice San Justino en su Primera Apología. Ya para ese entonces, la Eucaristía se había separado de la cena y se había trasladado a la mañana. Esto lo encontramos por primera vez a mediados del Siglo II, pero luego se impone en toda la Iglesia.

Sabemos que las primeras comunidades eran perseguidas y acusadas de realizar sacrificios humanos en su culto a Dios. Se conserva una carta que San Justino le envió al emperador romano Antonio Pío para el año 155 en la que el santo explicaba, en un lenguaje que el “César” pudiera comprender, cómo era exactamente eso que hacían los cristianos en aquellas extrañas reuniones dominicales.

Este relato de San Justino Mártir está recogido en su tratado conocido como Primera Apología y cuya dedicatoria reza: “Al emperador Antonino Pío y a los hijos adoptivos Marco Aurelio y Lucio Vero, al senado y al pueblo romano dirijo esta alocución y súplica en defensa de los hombres de toda estirpe, injustamente odiados y perseguidos”.

EN CUANTO AL BAUTISMO:

“Después de ser lavado de ese modo, y adherirse a nosotros quien ha creído, le llevamos a los que se llaman hermanos, para rezar juntos por nosotros mismos, por el que acaba de ser iluminado, y por los demás esparcidos en todo el mundo. Suplicamos que, puesto que hemos conocido la verdad, seamos en nuestras obras hombres de buena conducta, cumplidores de los mandamientos, y así alcancemos la salvación eterna.

EN CUANTO A LA EUCARISTÍA

“El día que se llama día del Señor, un día después del sábado, tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. (se celebraba en Domingo)

Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible. Cuando el lector ha terminado, el que Preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. (Liturgia de la Palabra, con homilía)

Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros… y por todos los demás donde quiera que estén a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. (Oración de los Fieles)

Cuando termina esta oración nos damos el Beso de la Paz unos a otros.(Rito de la Paz)

Luego se lleva al que Preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. (Presentación de las Ofrendas)

El Presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias (en griego: eucharistian) largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. (Plegaria Eucarística). Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén. 

Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados” y los llevan a los ausentes.” (la Comunión)

A este alimento lo llamamos Eucaristía. A nadie le es lícito participar si no cree que nuestras enseñanzas son verdaderas, ha sido lavado en el baño de la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó. Porque no los tomamos como pan o bebida comunes, sino que, así como Jesucristo, Nuestro Salvador, se encarnó por virtud del Verbo de Dios para nuestra salvación, del mismo modo nos han enseñado que esta comida – de la cual se alimentan nuestra carne y nuestra sangre – es la Carne y la Sangre del mismo Jesús encarnado, pues en esos alimentos se ha realizado el prodigio mediante la oración que contiene las palabras del mismo Cristo. 

Los Apóstoles – en sus comentarios, que se llaman Evangelios – nos transmitieron que así se lo ordenó Jesús cuando, tomó el pan y, dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía; esto es mi Cuerpo. Y de la misma manera, tomando el cáliz dio gracias y dijo: ésta es mi Sangre. Y sólo a ellos lo entregó (…)

Los que tienen y quieren, dan libremente lo que les parece bien; lo que se recoge se entrega al que Preside para que socorra con ello a huérfanos y viudas, a los que están necesitados por enfermedad u otra causa, a los encarcelados, a los forasteros que están de paso: en resumen, se le constituye en proveedor para quien se halle en la necesidad. Celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el primero, en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo; y también porque es el día en que Jesucristo, Nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos; pues hay que saber que le entregaron en el día anterior al de Saturno, y en el siguiente—que es el día del sol—, apareciéndose a sus Apóstoles y discípulos, nos enseñó esta misma doctrina que exponemos a vuestro examen.”

VIDA DE SAN JUSTINO

San Justino nació alrededor del año 100, en la antigua Siquem, en Samaria (ciudad que en su tiempo se llamaba Naplus). Sus padres eran paganos, de origen griego, y le dieron una excelente educación, instruyéndolo lo mejor posible en filosofía, literatura e historia.

En sus libros, sobre todo «Diálogo con el Judío Tifón» nos cuenta que tuvo un largo camino filosófico de búsqueda de la verdad, luego del cual, llegó a la fe cristiana. Fundó una escuela en Roma, donde enseñaba gratuitamente a los alumnos en la nueva religión, considerada como la verdadera filosofía. En ella, de hecho, había encontrado la verdad y por tanto el arte de vivir de manera recta. Por este motivo fue denunciado y fue decapitado en torno al año 165, bajo el reino de Marco Aurelio, el emperador filósofo a quien Justino había dirigido su «Apología». 

Justino y su obras demuestran cómo la Iglesia celebraba el culto desde sus inicios. Las actas que se conservan acerca del martirio de Justino son uno de los documentos más impresionantes que se conservan de la antigüedad. Justino es llevado ante el alcalde de Roma, y empieza entre los dos un diálogo emocionante:

Alcalde. ¿Cuál es su especialidad? ¿En qué se ha especializado?

Justino. Durante mis primero treinta años me dediqué a estudiar filosofía, historia y literatura. Pero cuando conocí la doctrina de Jesucristo me dediqué por completo a tratar de convencer a otros de que el cristianismo es la mejor religión.

Alcalde. Loco debe de estar para seguir semejante religión, siendo Ud. tan sabio.

Justino. Ignorante fui cuando no conocía esta santa religión. Pero el cristianismo me ha proporcionado la verdad que no había encontrado en ninguna otra religión.

Alcalde. ¿Y qué es lo que enseña esa religión?

Justino. La religión cristiana enseña que hay uno solo Dios y Padre de todos nosotros, que ha creado los cielos y la tierra y todo lo que existe. Y que su Hijo Jesucristo, Dios como el Padre, se ha hecho hombre por salvarnos a todos. Nuestra religión enseña que Dios está en todas partes observando a los buenos y a los malos y que pagará a cada uno según haya sido su conducta.

Alcalde. ¿Y Usted persiste en declarar públicamente que es cristiano?

Justino.Sí declaro públicamente que soy un seguidor de Jesucristo y quiero serlo hasta la muerte.

El alcalde pregunta luego a los amigos de Justino si ellos también se declaran cristianos y todos proclaman que sí, que prefieren morir antes que dejar de ser amigos de Cristo.

Alcalde. Y si yo lo mando torturar y ordeno que le corten la cabeza, Ud. que es tan elocuente y tan instruido ¿cree que se irá al cielo?

Justino. No solamente lo creo, sino que estoy totalmente seguro de que si muero por Cristo y cumplo sus mandamientos tendré la Vida Eterna y gozaré para siempre en el cielo.

Alcalde. Por última vez le mando: acérquese y ofrezca incienso a los dioses. Y si no lo hace lo mandaré a torturar atrozmente y haré que le corten la cabeza.

Justino. Ningún cristiano que sea prudente va a cometer el tremendo error de dejar su santa religión por quemar incienso a falsos dioses. Nada más honroso para mí y para mis compañeros, y nada que más deseemos, que ofrecer nuestra vida en sacrificio por proclamar el amor que sentimos por Nuestro Señor Jesucristo.

Los otros cristianos gritaron que ellos estaban totalmente de acuerdo con lo que Justino acababa de decir.

Justino y sus compañeros, cinco hombres y una mujer, fueron azotados cruelmente, y luego les cortaron la cabeza.

Y el antiguo documento termina con estas palabras: «Algunos fieles recogieron en secreto los cadáveres de los siete mártires, y les dieron sepultura, y se alegraron que les hubiera concedido tanto valor, Nuestro Señor Jesucristo a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amen».